El gallego Raúl Velloso empezó a pintar en la Ciudad Condal. Allí, vendiendo sus cuadros en plena calle captó la atención del gran Antoni Tàpies. La originalidad e inocencia de sus pinturas atrajeron irremediablemente al artista catalán, que se convirtió en su maestro y en su nexo de unión con el mundo taurino.